El yeso se originó hace 200 millones de años como resultado de depósitos marinos, cuando parte de lo que ahora son nuestros continentes, eran inmensas extensiones oceánicas. Durante este período, algunos mares se secaron dejando lechos de yeso que se recubrieron para ser descubiertos posteriormente por el hombre.
El yeso puro es un mineral blanco, pero debido a impurezas puede tornarse gris, castaño o rosado. Químicamente se denomina sulfato de calcio dihidratado (CaSO4· 2H2O).
El yeso ha convivido desde siempre con la humanidad y constituye uno de los más antiguos materiales de construcción: durante el neolítico se usó para realizar cimientos y muros. Los asirios, por ejemplo, ya empleaban el alabastro.
Hace 6000 años los egipcios preparaban argamasa a partir del yeso y 1500 años después utilizaron estuco de yeso en el revestimiento interior de las pirámides.
La civilización romana generalizó su uso en Europa y posteriormente, los españoles lo introdujeron en América Latina.
El yeso es uno de los minerales más ampliamente utilizados en el mundo:
España es el mayor productor de yeso de Europa y uno de los principales productores a nivel mundial. Cada año se extraen más de 10 millones de toneladas de yeso.